25 de octubre de 2013

Micro-metros



 
 
Ninguna cara le resultaba conocida, ni el aroma, ni las conversaciones en susurros y eso era bueno. Resultaba alentador no tener que coincidir con las mismas respiraciones de todas los mediodías, los mismos asientos libres, esos que encontraba cuando recorría, junto con su portafolio, las estaciones con una angustia de algo posible.
Hoy eran sus primeras ocho de la mañana que deseaba fueran muchas. Se sentía bien con ese bostezo sincero pegado a su tupper.

 

 

*****

 
 
Atándose los cordones de los zapatos descubrió una nota en el suelo “No me despido de nadie, solo de mis miserias”. Alzó la vista tropezando con una mirada perdida. Su mano se extendió para agarrar el abrigo que avanzaba hacia las vías y le dijo “Quiero una despedida de años”. El tiempo se suspendió durante tres metros que llegaron, pararon y se fueron. Nunca se alegró más de la maldición de sus zapatos con cordones.

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